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La enfermedad desde el punto de vista de las constelaciones familiares


La enfermedad nos muestra siempre a alguien o a algo que fue excluido
La enfermedad nos muestra siempre a alguien o a algo que fue excluido

La enfermedad sólo aparece cuando nos hemos negado una y otra vez a afrontar conflictos con los que la vida nos retaba.  La enfermedad es el resultado de nuestro rechazo a la vida, y a la vez, una propuesta de solución tanto de nuestro sistema familiar como de nuestro sistema corporal.  La misión de la enfermedad es llevarnos a la curación; pero no nos dejamos guiar.  En lugar de dirigir la mirada hacia donde nos indica la enfermedad, lo que hacemos es incansablemente mirarla a ella o al tratamiento.  No entendemos la enfermedad, hemos olvidado el lenguaje de los símbolos, de las señales.  Hemos olvidado “leer la vida”.


La enfermedad nos muestra siempre a alguien o algo que fue excluido. Su mensaje es: “Incluye aquello o aquel que fue excluido por ti y/o por tu ancestro para poder seguir adelante con plenitud”.


En el campo de la conciencia familiar todos los que han estado, permanecen para siempre.  Independientemente de lo que hayan hecho, todos son considerados por igual. Los campos son acumulación y transmisión de la información. Nos contienen a todos y para siempre.  También contienen todas nuestras vivencias y emociones.  De modo que cada recién llegado al sistema recibe el bagaje anterior completo, tanto lo amoroso y liviano como lo trágico y terrible.


Como todo sistema vivo, la conciencia familiar busca mantener su equilibrio y utiliza mecanismos “ciegos” (independientemente de que les incumba o no lo sucedido) de compensación cuando el equilibrio esta en peligro.


Los campos morfo-genéticos a los que pertenecemos sólo pueden incluir y transmitir, no pueden modificar nada. Son un gran depósito de memoria ordenada. Y cuando ha habido una transgresión del amor, también lo transmiten tal como fue.  Entonces crean mecanismos para que los vivos se den cuenta del desorden y con su conciencia lo compensen.  Esos mecanismos son fenómenos dolorosos, espejos provocadores o despertadores para que nos demos cuenta de que algo está por corregir.  Pero nosotros, por nosotros mismos, tampoco podemos; somos presos de esta memoria que nos induce a repetir indefinidamente todo lo que existió anteriormente como un ciclo.  La capacidad de superar la repetición nos es regalada.  Una vez que la fuerza interna que nos habita, heredada de tantas generaciones nos haya permitido asentir a las condiciones de nuestra vida, entonces la conciencia familiar se vuelca con amor hacia nosotros, a la vez que somos abarcados por un poderoso movimiento del espíritu que nos conecta directamente con la Conciencia Creadora y su energía.


El conflicto

El conflicto que no resolvemos y desencadena una enfermedad es un rechazo al presente y a la vida.  Y el motivo por el cual uno es incapaz de enfrentarse a ese conflicto es la fidelidad a una intrincación y al campo de creencias de un ancestro.  Por amor ciego a ese antepasado, tendremos la misma debilidad que él, reproduciremos su rechazo a la vida y al amor. Y reproduciremos este rechazo fundamentalmente con nuestra madre y/o padre. 


El conflicto es la oportunidad de la conciencia familiar para que el vivo se de cuenta, suelte algo, diga sí, entre en el amor del sistema y así resuelva un enmarañamiento anterior o permita una reconciliación y que él mismo crezca.  Cuando la persona resuelve su conflicto, la conciencia familiar la adopta como a un “antiguo”, como a fuente de recursos y resonancia sanadora para los demás miembros del sistema.


El conflicto y la enfermedad están unidos, ambos al servicio de la vida, ambos dirigidos por el movimiento de la conciencia.  En el conflicto, el movimiento de la conciencia está totalmente desplegada, está a la espera del asentimiento de la persona.  En cuanto la persona accede a enfrentarse al conflicto, el movimiento de la conciencia se transforma en apoyo y fuerza; por el contrario, cuando la persona se resiste a estar presente en su conflicto, cuando se deja inconscientemente superar por la fidelidad de la intrincación entrando en el rencor, el miedo, el bloqueo, el odio, la superioridad, el movimiento de la conciencia se transforma en enfermedad.  En cuanto tenemos un pequeño gesto de asentamiento al desafío, la fuerza de la conciencia nos apoya y nos permite sacar fuerzas de lo más profundo de nuestro ser, pero la iniciativa tiene que ser nuestra.

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