Los Círculos del Amor: Tomando en Amor de nuestros padres y aceptando nuestro destino
- Larissa De Las Casas Pereira

- 16 jun
- 5 Min. de lectura

Una de las comprensiones de Hellinger acerca del movimiento del Amor dentro del Sistema Familiar es que este sigue una secuencia, ligada al orden. A esta secuencia Bert la llamó los Círculos del Amor, y hoy vamos a hablar acerca del Primer y el Segundo Círculo del Amor: Tomar el Amor de los Padres como Pareja y Tomar el Amor de los Padres en la Infancia y la Juventud.
Tomar significa apropiarme de algo, conectarme con algo para sentir su valor, absorber la grandeza de algo. Para tomar algo, comunicamos al otro lo que nosotros necesitamos necesitamos en un lenguaje afectivo y respetuoso con la manera en que el otro manifiesta su amor. Ayudo a extraer del otro aquello que necesito y poco a poco el uno va aprendiendo lo que el otro necesita, creando el equilibrio en el intercambio.
Tomar el amor de los padres significa “yo miro con respeto y absorbo la grandeza de estos dos individuos como pareja”. No importa cuánto duró esta pareja. El hecho es que un día estas dos personas se encontraron y gracias a esto yo existo. Sólo porque nuestros padres se encontraron como pareja es que yo existo. Así de sencillo. Honrar, respetar y tomar este amor es importante.
Muchas personas no pueden tomar el amor de los padres como pareja porque se meten en la relación de pareja de los padres tomando partido, ya sea por voluntad propia o habiendo sido implicados en esta situación por los propios padres quienes los toman como amigos, confidentes o cómplices. Tenemos que recordar siempre que la relación de pareja pertenece a la pareja. A nosotros pertenece el papel de ser hijos pequeños y a ellos la grandeza de ser padres.
Por ser hijos los amamos, pero muchas veces hay una inversión en el flujo de ese amor y por ende ocurre un desequilibrio en el sistema. Esto ocurre por ejemplo, cuando en nuestro desarrollo como hijos:
opinamos en la relación de pareja de nuestros padres
incentivamos o ayudamos a materializar el divorcio o la separación
cuando defendemos a uno o al otro tomando partido en la relación.
Cuando nos ponemos de “un lado”, perdemos al otro, y eso tiene un costo muy alto en nuestro desarrollo porque nos tornamos cómplices de uno a costa de matar el respeto al otro. Esto representa una alteración en el orden pues nos ponemos en un nivel superior al de nuestro padre/madre, y puede originar también una violación en la ley de Pertenencia al excluir a ese padre/madre. Excluir a ese padre/madre genera en nosotros un vacío muy grande. Pues recordemos que nosotros somos mitad Mamá y mitad Papá. Si negamos, si excluimos a mamá o a papá, estamos inconscientemente negando, excluyendo a una mitad de nosotros mismos.
Compete a nosotros tomar la fuerza de la vida como ella nos fue dada y respetar al padre y a la madre como grandes. Sólo ellos saben lo que en su relación de pareja actúa.
Muchas veces son nuestros propios padres los que nos ponen en una plataforma de grandeza que no nos pertenece, pidiéndonos que opinemos o que intervengamos en su relación. Compete a nosotros hijos recusarnos a esa falsa importancia que nos están dando y permanecer en nuestro papel de pequeños, porque cuando nosotros resguardamos nuestro derecho de amarlos a cada uno de ellos como padres, como partes esenciales de nosotros, y cuando permitimos que nuestra relación con ellos sea distinta a la relación hombre-mujer que se desarrolla entre ellos, es cuando podemos realmente podemos nutrirnos de su amor y sentir esa sensación de estar plenos y completos, sin fragmentaciones y vacíos. La realidad de nuestros padres como personas y como parejas, sean las que sean, pertenecen a ellos. Al hijo pertenece solamente la alegría de existir gracias a ello.
En nosotros esa pareja nunca perece. En nosotros esa pareja siempre permanece unida , en nosotros hay una unión permanente de nuestro padre y nuestra madre porque cada mínima parte de nuestro cuerpo, cada célula de nuestro cuerpo es una perfecta unión de nuestro padre y nuestra madre y negar uno de ellos es negar un 50% de nosotros mismos.
Segundo Círculo de Amor: Infancia y Juventud: El segundo círculo de amor descrito por Bert Hellinger es nuestra infancia y juventud. En el primer movimiento de amor, en el primer círculo, nosotros tomamos el amor de nuestros padres como pareja: por el hecho de ellos existir como pareja es que nosotros existimos. Ahora en el segundo círculo, que es una secuencia del primero, tomamos la grandeza de nuestra historia derivada del hecho de existir como hijos de su pareja y a partir de ahí se desarrolló una historia de infancia y juventud, periodo donde tenemos las experiencias más importantes de nuestra vida, las que más nos marca y de forma más permanente. Tomar nuestra infancia y juventud en este segundo círculo es aceptar nuestro destino tal como fue y tomar el amor de nuestros padres en este periodo es aceptar que ellos fueron los mejores padres que pudieron ser para nosotros.
Se dice que hay un amor interrumpido cuando, por alguna circunstancia la madre o el padre no pudieron estar ahí para el hijo ya sea física o emocionalmente y/o el hijo ha sido incapaz de tomar el amor del padre o la madre. Cuando una persona no toma el amor de los padres, se crea un gran vacío que sentimos que nada ni nadie puede llenar y que buscamos llenar a toda costa, y tendemos a tratar de llenarlo con otras relaciones (buscar en la pareja el amor de padre o madre, buscar en el trabajo llenar el vacío que dejó el amor de padre o madre) o incluso podremos tratar de llenarlo incansablemente con la comida, y eso veremos más adelante el por qué. El amor interrumpido causa que el niño interior herido busque incansablemente ese amor en otras fuentes que no tienen para dárselo.
Pero cuando con decisión adulta miramos aquello que estaba lleno en nuestra vida, aquello que si pudo ser, y miramos con compasión a nuestros padres como personas comunes e imperfectas que son, que hicieron apenas aquello que podían hacer y fueron aquello que podían ser, esta visión nos aporta fuerza, porque esta visión se conecta a la esencia de la vida y no a la “identificación” de “aquello que nos gustaría”, de aquello que habíamos idealizado como “niños”.
Entonces, tomar la fuerza de la vida de nuestra infancia y juventud, aceptándonos como hijos pertenecientes a aquella familia, a aquellos padres, a aquella historia, a aquella realidad, a través del asentimiento y la aceptación es un movimiento fundamental para traernos paz interior y será la base que nos llevará hacia el próximo círculo (el círculo del dar, el recibir y el tomar). Tomamos la fuerza de nuestros padres como pareja y existimos gracias a ellos, tomamos la fuerza de la vida tomando el amor de nuestros padres, aceptamos la realidad como ella es buscando el tesoro que está presente en esa realidad (a veces en medio del barro) pero enfocándonos en la belleza y en la fuerza de aquello que fue posible y a partir de ahí crecemos hacia las relaciones de intercambios saludables en la vida dentro del equilibrio del dar, el recibir y el tomar.







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